27.12.10

La lectora en El Planeta Urbano

La lectora está en la edición de diciembre de El Planeta Urbano.
Sobre la lectora, Carlos Lutteral, co-fundador de Casa de Letras, dijo: 
La Lectora acarrea libros en el cuerpo, es la memoria del texto y del olor, del tacto y de la forma. 
Preciosa carga lleva.
Farenheit 451, la temperatura a la que arde el papel. Si a la Historia se le ocurriera volver realidad la ficción de Bradbury -una vez más-, la Lectora salvaría a algunos libros de la hoguera. Ella, delicado líder de la resistencia.





(Fe de erratas: el título no es el que aparece en la página, sino "La lectora en compañía")
Ver La lectora en El Planeta Urbano de septiembre y de octubre.

21.12.10

La lectora del insomnio

texto: Sonia Faigenbaum

La lectora del insomnio
No hay mejor sitio para leer que una buena cama.
Guillermo Piro 
(1960), escritor argentino.   

Durante el día corre entre el trabajo, los chicos, la casa, el doctor y la peluquería (que también hay que ocuparse de una...). A la noche llega a casa. Rendida. Cansada. Sin energías ni para la sonrisa. Sopita y a la cama. Terminó la rutina del día. Quiere leer pero los ojos se le cierran. Ni siquiera llega a apagar la luz y ya está durmiendo.

Pero a las dos de la mañana su cuerpo le dice que ya descansó y que el libro está listo para acompañarla en el insomnio de cada noche.
Y ya el insomnio deja de ser un martirio y comienza a ser ese momento único de la lectora con su libro.
Y como prisionera de las mil y una noches, extiende el libro, sus historias y su insomnio para que la vida continúe.

18.12.10

Un año de blog

Gracias a todos los que acompañaron a la lectora durante este primer año. A los que están en la barra de seguidores o "lectores de la lectora". A los que periódicamente nos publican (Plume, Oblogo, Los martes miento, El planeta urbano, Poe+ y otros). A los blogs amigos que nos linkean. A los lectores que siempre están presentes dejando comentarios. A los que pasan, leen y no dejan comentario (¡qué curiosidad!). A los que escribieron textos para la lectora. A los fotógrafos que tienen la paciencia de crear las imágenes que la lectora les pide. A quienes ilustraron con sus dibujos varios posts. A los que respondieron a la convocatoria "La lectora respira" (el año próximo habrá alguna otra). A Casa de letras. A mi eterna revisora, Diana Raschelli de Ferraris  (según Stephen King, "Escribir es humano y corregir es divino"). Al Aconcagua. A los libros, a los lectores y mejor parar por aquí porque esto se está extendiendo demasiado. 
¡Gracias, gracias!
La lectora

14.12.10

La lectora en un árbol

foto: Miguel Sampedro

Leía antes de dormir, al despertarme, 
a la tarde, en los recreos, en el colectivo, 
en el baño, en el auto y en los árboles.
Inés Acevedo (1982), escritora argentina.

A veces la lectora se refugia en las ramas de un árbol porque:
- las ramas son sillones confortables;
- cuando sube a un árbol no lleva ni celular ni lap top;
- le gusta imaginar que, por un rato, es la versión femenina y actual del barón rampante;
- al poner cierta distancia con el suelo está más propensa a dejarse llevar por una historia;
- las hojas dan una sombra lindísima;
- nadie la interrumpe, piensan que si se trepó a un árbol con un libro es capaz de cualquier cosa y, entonces, prefieren no meterse con ella.

7.12.10

La lectora, Miguel, Oblogo y el Aconcagua

Desde esta semana y hasta enero, la lectora, Miguel y Oblogo se están preparando para visitar el Aconcagua. Mientras Miguel y Oblogo intentarán la cumbre, la lectora se quedará en Plaza de mulas con cantidad de Oblogos para repartir entre los andinistas.
Podés seguirles los pasos desde aquí.
Comenzando por la Introducción.
Gracias a Vero Mariani, que incluyó la noticia por el medio de su popurrí del viernes.
Y al periódico digital Alteridad, que mencionó nuestros primeros pasos.
Y, no podía faltar, la noticia está en el número 49 de Oblogo, que podés bajar en PDF o ver on line.



La lectora en el supermercado

No era más una chica con un libro:
era una mujer con su amante.
Clarice Lispector
(1920-1977), escritora ucraniana-brasileña.
La lectura, a veces, no se da de forma monogámica. En determinadas ocasiones, ella tuvo que mezclar dos textos diferentes y conformarse con la superposición.
Arvejas, lentejas, garbanzos, arroz, tahine, aceitunas negras griegas.
Sólo ella sabe qué personaje la retiene de aquel lado del papel. Mientras tanto, de este lado, una de sus manos elige los productos de los estantes y va llenando el carrito. La otra mano mantiene el libro firme y elevado.
Galletitas dulces, galletitas de agua, café, yerba mate, mermelada de frambuesa.
Sus ojos se debaten entre los estantes y las páginas.
Papel higiénico, desodorante de ambiente, papel de cocina, pañuelitos.
Pero tal vez el personaje que está dentro del libro, al que suponemos hombre, se da cuenta de que la lectora hoy no está tan atenta a sus pasos.
Berenjenas, zapallitos, calabaza, cebolla, batatas, repollitos de bruselas.
Y algo debe decirle, porque ella se detiene en seco, rodeada de frutas, y de un momento a otro la perdemos de vista.
Un kilo de manzanas, uno y medio de bananas, tres cuartos de frutillas, ver si las peras están lindas.
No sabemos si ya está en la fila de la caja, esperando para irse a casa y seguir su lectura en la intimidad, o si el personaje, cansado de estar relegado al segundo plano, la llevó con él hacia su mundo, logrando que ella abandonara el changuito con todas sus compras en algún rincón del supermercado.
Tapas para empanadas, aceite de oliva, pimienta calabresa, curry bien picante.
Los martes miento N 217 (revista virtual semanal)

3.12.10

Leer en tiempos de presbicia

Darío Kullock, amigo de la lectora y escritor del blog El nido prestado, nos envió estas extrañas confesiones de lector. Luego de reflexionar bastante en el asunto, decidimos compartir sus experiencias con nuestros lectores como método preventivo ya que está llegando el verano y a cualquiera, en un descuido, le podría pasar. ¡Gracias, Darío!
Efecto lupa
Leer en la calle te quema la cabeza. A mí se me quemó la cabeza, no me mires así. La gente en el colectivo se alejaba como si fuera un leproso y era por el olor a pelo quemado. Mirá, mirá cómo me quedó, todo chamuscado, todavía me sale humo.
Vos sabés que a mí me gusta leer hasta cuando voy caminando, pero ahora con la presbicia tengo que salir con anteojos aunque vaya al quiosco de la esquina porque si no, no puedo leer. Todo es más difícil, perdés la visión periférica y eso es muy grave porque la visión periférica es la que te permite leer y al mismo tiempo no llevarte un árbol por delante o pisar cualquier cosa mientras vas leyendo y caminando. Y encima se te quema la cabeza.
Hoy había un sol que rajaba las baldosas y para cruzar la calle me tengo que subir los anteojos porque me mareo, me los pongo en la cabeza como una vincha ¿entendés? Después de cruzar me los pongo otra vez para seguir leyendo. Vos te preguntarás qué tiene que ver lo del sol con lo de los anteojos en la cabeza. La cuestión es que hace una hora, eran las doce del mediodía, me paró el semáforo de Santa Fe y Pueyrredón, así que me subí los anteojos a la cabeza y me quedé ahí, apoyado en el semáforo esperando el verde. ¡Gran error! Al ratito nomás empecé a sentir el olor del pelo quemado, cada vez más fuerte, y después el humo. Te juro que no sabía de dónde venía semejante peste hasta que la gente empezó a mirarme la cabeza ¡Tenía la cabeza como una antorcha! No sabés qué susto.
Al principio pensé que algún turro me había prendido fuego, pero no: era el “efecto lupa” ¿te das cuenta? Los anteojos en la cabeza, el sol, ¿te acordás cuando encendíamos fuego con la lupa en el patio de la escuela? Bueno, lo mismo. Los anteojos me hicieron el “efecto lupa”.
Por eso te digo, después de los cuarenta te agarra la presbicia y ya no podés leer en la calle mientras caminás, por el efecto lupa. Leer en la calle te quema la cabeza.

Otros textos que Darío escribió para la lectora: