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9.2.16

La lectora y las profesiones

El post de La lectora y las profesiones apareció en marzo del 2010, aquí el post original.


foto: Valeria Migoya

La verdadera universidad de hoy en día es una colección de libros.
Thomas Carlyle, (1795-1881),
historiador británico.

Si la lectora fuera médica, leería durante las guardias; si fuera profesora, en los recreos; si vendedora, cuando no hubiera clientes; si fuera azafata, en los despegues y aterrizajes; si veterinaria, cuando los animales duermen. Si la lectora fuera jardinera, leería en los días de lluvia; si fuera diseñadora de modas, leería para inspirarse; si fuera fotógrafa, haría las fotos  para La lectora en la ciudad; si fuera andinista, leería en las cumbres; si fuera música, leería partituras; si artista plástica, leería los rostros. Si la lectora fuera contadora, sabría leer números; si fuera chef, leería mientras la comida está en el horno y si fuera presidenta… ahí no sabe cuándo leería pero sí dónde y entonces, sólo por probar, la lectora se asoma al balcón.

También en:
Los martes miento N 199 (revista virtual semanal)
Y en: Malvona

13.8.13

Roberta de paseo 2

Gabi Llull se llevó a Roberta "a donde a ella le gusta estar" (palabras de Gabi).


Y Luli Posadas estuvo con Roberta en un día de lluvia, en la parada del 128



Por su parte, Vale Migoya se la llevó a su viaje de luna de miel y la paseó por NYC:


y Paris... olalá...





Si vos también te llevaste a Roberta a pasear por ahí, mandanos la foto :-)
Roberta ya anduvo de paseo con Clara Arias, aquí.

13.11.12

La lectora Vale con las lectorcitas y la lectora sugiere




...

La lectora sugiere, en la revista digital CatamarcaPress:
Como todos los meses, tratamos de sugerir libros nada parecidos entre sí, para días distintos o lectores diferentes, porque cambiamos como lectores dependiendo del día o la hora. Hoy tenemos un cuento de invierno, la novela que acaba de ganar el premio Alfaguara de novela, un libro cartonero y un diario de viaje a Brasil. Que tengan buena lectura.

Seguir leyendo aquí.

22.2.11

La lectora en el semáforo

Junto con los libros debiera venderse el tiempo suficiente para leerlos.
Schopenhauer
(1788-1860), filósofo alemán.

Tuvo que bajar del colectivo antes de terminar el capítulo, la parada había llegado unas oraciones antes del punto final. Caminó con el libro en la mano, se resistía a guardarlo así, inconcluso. Marcaba, con un dedo entre las páginas, el lugar exacto donde se había interrumpido. Las páginas le apretaban el dedo como una mano infantil que tironea reclamando atención. 
Cuando el semáforo se puso en rojo, el libro -como por voluntad propia- se abrió. Aquellos segundos eran todo lo que le faltaba para llegar al final del capítulo. Y al dar la luz verde, la lectora ya estaba lista para cruzar la avenida.

2.2.11

La lectora atrapada

… No levantó más la cabeza, por el contrario, parecía que se iba hundiendo ante cada palabra, que no podría regresar a la superficie con su misma cara...
José Saramago
(1922-2010), escritor portugués.
  
Las palabras se juntaron en una combinación tal que quedó demostrado, una vez más, aquello de que el orden de los factores altera el producto. Tal vez en otro orden resultarían inocuas o se olvidarían en poco tiempo: así organizadas, agarran de las pestañas al audaz lector que pose sobre ellas su mirada.
De los ojos de la lectora brotan raíces que se plantan en la página para alimentarse de letras. Qué hacer ahora. Desprenderse del texto sería como un ayuno largo e insalubre y ella es quien mejor lo sabe. No importa cuánto la ciudad continúe mostrándole las mil opciones que tiene a su alrededor. Por el momento y hasta llegar a la última página del libro ella dispondrá de una única opción.

23.11.10

La lectora y el tiempo


Es un buen libro aquel que se abre con expectación y se cierra con provecho.
Louisa May Alcott 
(1832-1888), escritora estadounidense.
Cuando se está llegando a las últimas páginas de un libro, se sabe lo inevitable: que el final se acerca y que se producirá en cualquier momento. Entonces el lector puede elegir  entre dos actitudes: 
1) dosificar el tiempo, leer en cámara lenta, demorarse al dar vuelta cada página como si estuviera por girar en una esquina pero antes pretendiera visualizar -con detalles- cómo serán la arquitectura y los habitantes de la cuadra que le espera;
2) o hacer como la lectora, a quien no le gusta dosificar el recorrido por las últimas páginas. Prefiere lanzarse a ellas como a un precipicio o, pensándolo mejor, como a una pileta desde un trampolín no muy alto.
La lectora las recorre haciendo de cuenta que se trata de otras hojas, hojas jóvenes del medio de un libro, que aún no se preocupan por la existencia del final. Y es por eso que al llegar a la última página, al último párrafo, a la última oración, palabra, letra, siente una ceguera repentina y satisfecha: el libro no le da más palabras y ella tampoco desea buscar otras. Se detiene en el silencio de sus ojos, se acurruca tras el punto final y repasa, en una milésima de segundo o en una hora -el tiempo fuera del libro es un tiempo relativo- la historia que acaba de recorrer y que bien podría, si volviera todas las páginas, recomenzar una y otra vez.

21.10.10

27.7.10

La lectora y las profesiones

foto: Valeria Migoya





La verdadera universidad de hoy en día es una colección de libros.
Thomas Carlyle, (1795-1881),
historiador británico.

Si la lectora fuera médica, leería durante las guardias; si fuera profesora, en los recreos; si vendedora, cuando no hubiera clientes; si fuera azafata, en los despegues y aterrizajes; si veterinaria, cuando los animales duermen. Si la lectora fuera jardinera, leería en los días de lluvia; si fuera diseñadora de modas, leería para inspirarse; si fuera fotógrafa, haría las fotos  para La lectora en la ciudad; si fuera andinista, leería en las cumbres; si fuera música, leería partituras; si artista plástica, leería los rostros. Si la lectora fuera contadora, sabría leer números; si fuera chef, leería mientras la comida está en el horno y si fuera presidenta… ahí no sabe cuándo leería pero sí dónde y entonces, sólo por probar, la lectora se asoma al balcón.


También en:
Los martes miento N 199 (revista virtual semanal)



Y en: Malvona

12.6.10

La lectora en Malvona

foto: Valeria Migoya
texto: Malvona
Hoy nos enteramos de que, ya hacía un tiempito, estaba este texto para la lectora en el blog de Malvona:
La lectora que a veces no está
Ella vive en la ciudad pero a veces no está. Viaja en subte, también en tren y en libro. Y cuando se sube a uno de estos, no le pregunta a dónde va. Le encanta dejarse llevar, descubrir nuevos mundos. Muchas veces se sorprende con paisajes e historias que nunca imaginó... y otras veces termina en la esquina de acá a la vuelta. Pero si esto sucede, no tiene ningún problema. Porque se toma otro libro que justo iba para Japón, y se queda allá, a tomar el té y dormir la siesta. La lectora en la ciudad, que a veces no está.