Mostrando entradas con la etiqueta en torres. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta en torres. Mostrar todas las entradas

12.1.16

La lectora en la torre

El post de La lectora en la torre apareció en diciembre del 2009, aquí el post original.


foto: Lali
No existe mejor fragata que un libro
para llevarnos a tierras lejanas.
Emily Dickinson
(1830-1886), escritora estadounidense.


Ella entra al palacio y va directo a la escalera. Tal vez busque pasar el nivel de la ciudad, llegar a una altura donde haya menos pensamientos revoloteando en el aire. El corazón se le acelera. Alcanza la torre y sale a un balcón amplio. En la soledad de la altura, más allá de las cúpulas y las terrazas, el aire pasa libre entre sus ojos y las páginas. Su mirada se transporta hasta posarse en las palabras y, con ellas, levantar vuelo.




Gracias a Miqueas Thärigen, del Palacio Barolo

5.7.11

La lectora en la Torre de Babel

No hay libro tan malo que no tenga algo bueno.
Miguel de Cervantes 
(1547-1616), escritor español. 

La lectora hoy hizo lo que nunca: salió sin libros en la cartera. Pero a veces, romper la rutina y hacer este tipo de cosas atípicas puede desencadenar hechos inesperados. En este caso fue un encuentro: a falta de uno, encontró treinta mil libros. ¿Cómo es estar rodeado por tantos libros subiendo hacia el cielo en forma de espiral? La lectora llegó hasta donde un cartelito decía "No pasar". Por las dudas, un guardia custodiaba que nadie accediera a los últimos metros de la torre. ¿Sería San Pedro?

15.12.09

La lectora en la torre

foto: Lali
No existe mejor fragata que un libro
para llevarnos a tierras lejanas.
Emily Dickinson
(1830-1886), escritora estadounidense.


Ella entra al palacio y va directo a la escalera. Tal vez busque pasar el nivel de la ciudad, llegar a una altura donde haya menos pensamientos revoloteando en el aire. El corazón se le acelera. Alcanza la torre y sale a un balcón amplio. En la soledad de la altura, más allá de las cúpulas y las terrazas, el aire pasa libre entre sus ojos y las páginas. Su mirada se transporta hasta posarse en las palabras y, con ellas, levantar vuelo.






Gracias a Miqueas Thärigen, del Palacio Barolo