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27.12.10

La lectora en El Planeta Urbano

La lectora está en la edición de diciembre de El Planeta Urbano.
Sobre la lectora, Carlos Lutteral, co-fundador de Casa de Letras, dijo: 
La Lectora acarrea libros en el cuerpo, es la memoria del texto y del olor, del tacto y de la forma. 
Preciosa carga lleva.
Farenheit 451, la temperatura a la que arde el papel. Si a la Historia se le ocurriera volver realidad la ficción de Bradbury -una vez más-, la Lectora salvaría a algunos libros de la hoguera. Ella, delicado líder de la resistencia.





(Fe de erratas: el título no es el que aparece en la página, sino "La lectora en compañía")
Ver La lectora en El Planeta Urbano de septiembre y de octubre.

9.11.10

La lectora five o'clock

Beber es como leer una "novela" (mi padre empleaba el término con desdén, él mismo nunca hojeó una novela en su vida); no necesita charla, pero sí compañía, de otro modo la cosa comienza a parecerse a trabajo.
Graham Greene
(1904-1991) , escritor británico.

Son las cinco de la tarde cuando la lectora va a la plaza a tomar el té con amigas. Despliegan la lona y la llenan de manzanas y masitas para acompañar el té de menta con miel que sirven en vajilla de porcelana. Un hombre que pasa las ve y piensa "qué reunión tan silenciosa"; sin embargo, si se acercara cambiaría enseguida de opinión porque el aire que las rodea funciona como una gran pecera donde los pensamientos de cada una navegan. Así, cuatro narraciones distintas se mezclan en ese fragmento pequeño de la plaza y, más que silenciosa, la reunión es un vórtice de argumentos que se entrelazan. En un primer momento el cóctel parecería no tener sentido: cada novela va por un carril propio. Pero las amigas insisten hasta que las cuatro historias se amalgaman creando una novela collage que sólo ellas comparten, ya que cuando comience a atardecer y retornen a sus casas, cada narración volverá a recogerse a su libro original como si nada hubiese ocurrido.


También en los martes miento N 213 (revista virtual semanal)

11.9.10

La lectora en compañía

Los libros irradian “algo”, un fluido que el lector percibe tanto como siente la presencia próxima y evidente del calor de la estufa.
Christian Ferrer
(1960), escritor chileno.

El banco de plaza parecía estar esperándola y ella, al encontrarlo, no se resistió. En el aire había aroma a jazmines. Era el primer día, después de los meses de frío, que vestía manga corta. Se sentó arropada en la tibieza de la tarde y abrió el libro particularmente gordo. Le pareció que el largo del libro tenía sentido, que para los últimos días del invierno nada mejor que una novela con muchas hojas para disfrutar al sol.
Estaba en la mitad de un capítulo cuando descubrió que ya no se encontraba sola, un hombre se había sentado en la otra punta del banco. También leía. Si bien le intrigó, no quiso despegar sus ojos de la página. Se limitó a saber que estaba acompañada.
Pero entonces pasó algo poco común: dieron vuelta la página al mismo tiempo y en idéntica velocidad y es sabido que cuando esa coincidencia ocurre entre dos extraños (siempre que se encuentren a menos de un metro de distancia uno del otro), las lecturas se invierten. Ambos cayeron, inesperadamente, en la historia del otro.
La lectora miró al hombre quien, al retribuirle la mirada, dejó entrever que algo inusual también ocurría con su libro. Espontáneamente y sin pronunciar palabra intercambiaron los ejemplares; sólo así cada uno pudo retomar su lectura. Más tarde, cuando el invierno reapareció junto con el atardecer, intercambiaron también sus números de teléfono antes de alejarse del banco.