31.7.10

La lectora en No entiendo nada

Gracias a la herramienta de las estadísticas y su Referring URLs (que aprendimos a usar ayer con la ayuda inestimable de Miguel Sampedro) descubrimos que en el blog No entiendo nada eligieron a la lectora como uno de los diez blogs merecedores del Blog de Oro por "el amor por la literatura, en todas sus formas y en cualquier lugar" según Gabriela Cancellaro, dueña de dicho  blog. 
Sólo nos queda agradecerle a Gabriela (¡gracias! ¡gracias!) y admitir que las estadísticas sirven y tendríamos que consultarlas más seguido.

30.7.10

La lectora y la dama de piedra que lee siempre la misma página

Texto: El Dropi
Hace unos días, el dropi hizo un comentario en este post y eso hizo que la lectora recordara la foto de una lectora de piedra hecha en Lisboa algunos años atrás. A raíz del comentario (y del recuerdo) surgió una charla entre dropi y lectora, y la consecuencia es este nuevo post.

Una iglesia en Lisboa. La vida y los libros llevan a la lectora a infinitos mundos, a impensados destinos. La lectora avanza con pasos medidos, buscando su lugar, descifrando su momento. Al principio, todo le parece piedra, gris y frío. La lectora abraza su libro y es el frío el que deja de existir. Mira a la mujer de piedra y piensa: “Nada mejor que la compañía de un buen libro cuando se emprende un largo viaje”. Se arrima despacito, cuidadosa, sin hacer ruido, y acaricia la piedra, siente la textura y se sorprende, no le resulta tan rugosa. Un poco más en confianza se imagina epitafios: “Ahora sí podrá leer en paz”. O: “A pesar de todo sigue leyendo”. La lectora se ríe, abre su libro, una página al azar, y comienza a leer en voz alta. No leyó más de cinco o seis palabras cuando escuchó un chistido. Mira hacia un lado y hacia otro aunque sabe que están solas, ellas: la lectora y la mujer de piedra. Sabe que no hay nadie más. Presta atención y descubre un suave murmullo, al principio como de piedras que luego reconoce como una voz. La lectora se sienta, se acomoda, apoya el libro sobre sus piernas y ahora escucha, disfruta, a la mujer que lee.


También en: Maldita Palabra

27.7.10

La lectora y las profesiones

foto: Valeria Migoya





La verdadera universidad de hoy en día es una colección de libros.
Thomas Carlyle, (1795-1881),
historiador británico.

Si la lectora fuera médica, leería durante las guardias; si fuera profesora, en los recreos; si vendedora, cuando no hubiera clientes; si fuera azafata, en los despegues y aterrizajes; si veterinaria, cuando los animales duermen. Si la lectora fuera jardinera, leería en los días de lluvia; si fuera diseñadora de modas, leería para inspirarse; si fuera fotógrafa, haría las fotos  para La lectora en la ciudad; si fuera andinista, leería en las cumbres; si fuera música, leería partituras; si artista plástica, leería los rostros. Si la lectora fuera contadora, sabría leer números; si fuera chef, leería mientras la comida está en el horno y si fuera presidenta… ahí no sabe cuándo leería pero sí dónde y entonces, sólo por probar, la lectora se asoma al balcón.


También en:
Los martes miento N 199 (revista virtual semanal)



Y en: Malvona

16.7.10

La lectora en el próximo número de Poe +

Hay una revista española digital, que se llama Poe +, que invitó a la lectora a participar de su próximo número (y ya está on line en los adelantos del número 7 con la lectora en la Nueve de Julio). Así que, virtualmente, la lectora se fue de viaje a España. ¡Olé!

15.7.10

La lectora concursando en Oblogo Hipotecario

Si bien es raro pedir que a uno lo voten, sería de gran ayuda recibir el voto de los lectores de la lectora. Dos trabajos de este blog están en las ediciones de Oblogo de este año, y ambos  concursando
El año pasado, gracias al apoyo de todos, quedamos entre los diez más votados. 
En el número 32, los créditos son compartidos con la fotógrafa Lali.
En el número 37, con Darío Kullock (escritor) y Miguel Sampedro (fotógrafo).
Quienes quieran, pasen por:
Oblogo N 32 (con la lectora y Oblogo): votar aquí.
Oblogo 37 (con la lectora en su auto): votar aquí.
(Cualquier duda sobre cómo se hace, dejen sus comentarios que lo resolvemos).
Besos y ¡gracias! 

13.7.10

7.7.10

La lectora de la lectora

Foto: autorretrato de Anahí Flores





A veces, la lectora regresa a libros entrañables que leyó hace ya mucho tiempo. 
Esta tarde -piensa- le gustaría volver a alguna escritora enorme. 
Virginia. Virginia Woolf.  
Toma un libro al azar, lo abre, e inmediatamente reconoce el cuarto. Recorre algunas líneas… Virginia no está en su escritorio. Una, dos hojas más y allí, junto a la ventana, el pequeño sillón concentra la última luz que llega del jardín. Virginia lee. Algunas tardes hace eso, entre el té y la cena. El libro es En busca del tiempo perdido y acaba de cerrarlo sin quitar el dedo índice de entre las páginas. Mira por la ventana. Se pregunta por qué vale la pena leer a los grandes. Por qué Lear o Emma. Por qué Proust. Y alumbra la respuesta: “uno ve después con mayor intensidad; el mundo está como desprovisto de su envoltura y dotado de vida más intensa”.
La lectora cierra el libro sin quitar el dedo índice de entre las páginas. Y mira por la ventana. 

4.7.10

Lecturas de la lectora II

A todo el mundo le atrae conocer la historia de aquellos que lo precedieron con éxito en caminos semejantes al propio. Tal vez por eso la lectora siguió con tanta atención cada capítulo de Una lectora nada común, del autor británico Alan Bennett. Pero contar en detalle cómo ocurrió la evolución impulsada por un tardío hábito de lectura en la reina de Inglaterra, es revelar demasiado. Que los lectores ávidos lo descubran por sí mismos.


Otras lecturas de la lectora, aquí.

1.7.10

¿La lectora en el parque?

foto: Lali
Dedicado al parque Vila Ema,
 que no se sabe si continuará existiendo.

La lectora está desorientada. Como si hubiera olvidado hacia dónde queda cada lugar en la ciudad. Camina por las calles céntricas tratando de reconocerlas, pero –aunque podría decirse que las conoce como la palma de su mano– hoy las nota más oscuras. Los autos pasan a su alrededor y cierta densidad en el aire trae el sonido de las bocinas con delay, lo que la confunde aún más. Le encantaría encontrar un parque, o aunque sea un jardín, donde poder sentarse hasta recuperar una especie de cordura que parece habérsele ido. Respira y el smog se le prende a las fosas nasales. Exhala y el smog se le desparrama por la ropa. Y no se topa con ningún jardín. A lo sumo algún arbolito solitario, de esos que tienen el tronco blanco por el veneno para las hormigas y las hojas de un gris sospechoso. Lo más vegetal que tiene a mano es el libro que trae en la cartera. Por eso lo abre y se hunde en él como si se tratara de una pileta. La sed de vida de a poco se calma. Va pasando las páginas y el entorno, antes asfixiante, se atenúa. Las bocinas se transforman en otros sonidos en un trinar de pájaros tal vez. Cree ver, por el rabillo del ojo que antes captaba una vereda seca, una hilera de árboles surgidos quién sabe de dónde. No se anima a despegar los ojos del libro, mantiene serias sospechas en relación al verde que parecería haber aparecido a su alrededor. Teme que si levanta la mirada de la página, vuelva a ver la ciudad en su peor versión. La lectora se mantiene firme, con las pupilas aferrándose a las páginas, y la piel intentando desarrollar ojos que le confirmen que sí, que está en un parque, que no derribaron los árboles, que se puede seguir respirando.
  
Mi amigo Fernando Salvio, de São Paulo, está luchando para que no desmantelen una de las escasas áreas verdes que quedan en su ciudad.
Ayudémoslo desde donde sea que estemos, entrando a su blog y firmando aquí.