30.11.10

Postales antiguas francesas

Revisando libros y papeles, la lectora encontró estas postales antiguas de lectoras francesas.
Esos libros peligrosos que una bella dama consideraría incómodos por el hecho de que sólo se pueden, dice ella, leer con una sola mano.
Rousseau (1712-1778), escritor suizo.

26.11.10

La lectora y el voyeur

(texto y fotos de Vero Mariani)

Sobre una loma de la Buenos Aires recoleta, cuatro mujeres abrieron su mantel de picnic y sacaron de bolsas de tela su mejor vajilla. Con obsesivo cuidado estético desplegaron cada uno de los asistentes de porcelana de este gran festín y, para cerrar la ceremonia, cupcakes y macarons de Les Croquants, dignos de una sesión de fotos. Luego se sumaron los libros que estaban leyendo, y con una orquesta de pajaritos, retomaron la lectura, dulces en mano… A lo lejos, un hombre mirando al sudeste, donde estaba el mantel, con ganas de sumarse al banquete. The end.




23.11.10

La lectora y el tiempo


Es un buen libro aquel que se abre con expectación y se cierra con provecho.
Louisa May Alcott 
(1832-1888), escritora estadounidense.
Cuando se está llegando a las últimas páginas de un libro, se sabe lo inevitable: que el final se acerca y que se producirá en cualquier momento. Entonces el lector puede elegir  entre dos actitudes: 
1) dosificar el tiempo, leer en cámara lenta, demorarse al dar vuelta cada página como si estuviera por girar en una esquina pero antes pretendiera visualizar -con detalles- cómo serán la arquitectura y los habitantes de la cuadra que le espera;
2) o hacer como la lectora, a quien no le gusta dosificar el recorrido por las últimas páginas. Prefiere lanzarse a ellas como a un precipicio o, pensándolo mejor, como a una pileta desde un trampolín no muy alto.
La lectora las recorre haciendo de cuenta que se trata de otras hojas, hojas jóvenes del medio de un libro, que aún no se preocupan por la existencia del final. Y es por eso que al llegar a la última página, al último párrafo, a la última oración, palabra, letra, siente una ceguera repentina y satisfecha: el libro no le da más palabras y ella tampoco desea buscar otras. Se detiene en el silencio de sus ojos, se acurruca tras el punto final y repasa, en una milésima de segundo o en una hora -el tiempo fuera del libro es un tiempo relativo- la historia que acaba de recorrer y que bien podría, si volviera todas las páginas, recomenzar una y otra vez.

21.11.10

La lectora en El Planeta Urbano

¡La lectora está en la edición de octubre de El Planeta Urbano!

Sobre la lectora, Gerry Garbulsky, el co-fundador de Oblogo, dijo:


Si como me pasó a mí, alguna vez...
* te tocaron bocina porque el semáforo ya estaba en verde y vos seguías con el libro sobre el volante
* trepaste bien alto a un árbol y te devoraste un libro mientras comías higos
* te pasaste de estación e inclusive te olvidaste adónde ibas porque te atrapó lo que estabas leyendo
* te acostaste para leer un rato antes de dormir y te das cuenta que ya está entrando el primer rayo de sol por la rendija de la persiana
Entonces La Lectora también habla de vos.

16.11.10

La lectora entrega el premio al ganador de la convocatoria "La lectora respira"

Como muchos ya saben, tuvimos una convocatoria en La lectora en la ciudad para celebrar los cien lectores de este blog, y ganó Javier Alemanno. Por eso, ayer recibió el premio: un ejemplar del libro de fotos Yôga Art Book, el mismo que la lectora leía en el subte. ¡Esperemos que Javi lo lea en el subte, en el colectivo y en muchos lugares más!

9.11.10

La lectora five o'clock

Beber es como leer una "novela" (mi padre empleaba el término con desdén, él mismo nunca hojeó una novela en su vida); no necesita charla, pero sí compañía, de otro modo la cosa comienza a parecerse a trabajo.
Graham Greene
(1904-1991) , escritor británico.

Son las cinco de la tarde cuando la lectora va a la plaza a tomar el té con amigas. Despliegan la lona y la llenan de manzanas y masitas para acompañar el té de menta con miel que sirven en vajilla de porcelana. Un hombre que pasa las ve y piensa "qué reunión tan silenciosa"; sin embargo, si se acercara cambiaría enseguida de opinión porque el aire que las rodea funciona como una gran pecera donde los pensamientos de cada una navegan. Así, cuatro narraciones distintas se mezclan en ese fragmento pequeño de la plaza y, más que silenciosa, la reunión es un vórtice de argumentos que se entrelazan. En un primer momento el cóctel parecería no tener sentido: cada novela va por un carril propio. Pero las amigas insisten hasta que las cuatro historias se amalgaman creando una novela collage que sólo ellas comparten, ya que cuando comience a atardecer y retornen a sus casas, cada narración volverá a recogerse a su libro original como si nada hubiese ocurrido.


También en los martes miento N 213 (revista virtual semanal)

2.11.10

La lectora entre piedras





La lectora volvió del NOA y compartió algunas fotos del viaje con amigos. A una de esas fotos, Diego Ariel Vega respondió con este texto (hay que aclarar que todavía no había sido publicado este post). Una misma imagen puede generar diferentes textos, de la misma forma que, al revés, un mismo texto diferentes imágenes (eso ya lo comprobamos en la convocatoria). 
La lectora entre piedras
Abstraída se encuentra la lectora, profundamente concentrada en un pequeño cuaderno cuyas páginas a primera vista parecen desnudas, blancas, vacías. Pero no se dejen  engañar por el efecto visual, porque la lectora ya no necesita del texto impreso frente a sus retinas a estas/esas alturas, donde el efecto se potencia.

Ahí bien al norte, lejos de la ciudad, sumergida en los paisajes majestuosos de esa quebrada mágica, tan especial, donde resuenan los nombres de Tilcara, Purmamarca y Humahuaca…ahí, entre enormes piedras milenarias recrea historias ya vividas. Así,  escribe con su propia mirada, ojos bien cerrados (no los necesita) mientras en forma simultánea va leyendo y construyendo su propio relato.
Entonces, se deja llevar y se pierde. Se traslada a otros mundos, a otros lugares, a otros universos, y en un instante levanta la vista y esas rocas se amontonan, crecen, mutan y conforman ahora un círculo especial. Ahí está ahora en Stonehenge; y después en el Reino de Sukhothai. Ahora enfrenta a los ídolos de la Isla de Pascua, y ahora está sentada en un pequeño asteroide, el B 612. Ahora está en Tiwanaku, frente a las pirámides de Gizah, en la Acrópolis de Atenas. Siente algo de frío en el desolado Mar de la Serenidad. Alza la vista en la impactante Machu Picchu y  se  deslumbra en Petra y en el templo de Borodudur. Sobrevuela el planeta Geonosis, Chichén Itzá y las ruinas de Angor Kwat, se esconde en las cuevas de Ellora…
Sus párpados cerrados, ahora vuelven a abrirse. Alto en el cielo, un cóndor andino se eleva y la mira con curiosidad. Su sombra la rodea. La lectora inspira el aire más puro posible de la Tierra y otra vez, cierra los ojos para continuar con su lectura.


También en Divagante divergente.