(Textos Intrusos, 2013)
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Algunas de las cosas que Roberta quiere
(contratapa)
Roberta quiere respirar el aire de
montaña. Quiere caminar durante todo el día, atravesando los caminos que van
desde la tierra al cielo. O, para decirlo de otra manera, de un modo más sutil,
desde el pie hasta la cima de la montaña. Roberta quiere conversar con sus
ocasionales compañeros de ruta y, por supuesto, conversar también con el compañero
que eligió para todos sus días. Dormir con él. Despertarse con él. Subir, con
él, por los peldaños, por los pliegues, y sentir, en el paladar, el sabor de la
aventura.
A diferencia de Bertold Brecht,
Roberta no piensa que, si consideramos los obstáculos, la distancia más corta
entre dos puntos puede ser la línea sinuosa. En su camino de ascenso por la montaña
los obstáculos no tienen importancia. O tienen una importancia menor.
Detrás de Roberta está Anahí Flores,
la autora de estos relatos de andinistas que nos seducen y nos invitan a leer,
de punta a punta, el libro entero, deslizándonos entre los cuentos, sin
interrupciones. La prosa de Anahí se caracteriza, entre otras cosas, por
generar una sensación de bienestar. Un interesante plan de lectura, que también
es, en definitiva, un plan -un proyecto, un desafío- de vida. Entre tanta
inestabilidad a la que estamos acostumbrados y esa sensación de asunto
provisorio que tiene la realidad, la escritura de Anahí Flores y, en este caso,
su alter ego de la montaña, Roberta, nos brinda la posibilidad de conocer un
conjunto de personajes felices.
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Prensa
Reseña de Todo lo que Roberta quiere, hecha por María José Eyras para el suplemento de cultura del Diario Perfil (agosto 2013)
Las historias del primer libro de cuentos de Anahí Flores transcurren
en algún lugar de montaña, no importa cual, señala el posfacio. Esta
indeterminación no es inocente. Tampoco lo que sucede en los cuentos, en principio
las aventuras de una pareja de
vacaciones en un marco de realismo.
Porque las cosas terminan desviándose –y el lector no podría precisar
cuándo ni cómo– hacia una zona de extrañamiento, un umbral entre lo fantástico
y lo onírico. En esa zona conviven, incluso, recursos que remiten a la estética de los dibujos animados (“Plumas”).
¿De
dónde proviene este extrañamiento? Acaso de la misma naturalidad con que los personajes enfrentan las peripecias
que la imaginación de Flores propone: prendas que se deshilachan solas, chicas fantasmas, un insólito piquete de
andinistas en la altura, un grupo de niños “demasiado iguales entre sí” que los reciben
tirándoles fichas de dominó al llegar a un refugio. Y es en este contraste
donde los cuentos crecen.
La unidad de lugar y la recurrencia
de los personajes –siempre la misma pareja– potencia y refuerza el efecto del
libro. Un conjunto de relatos en donde la mirada de la voz que narra, a la que nada parece alterar, logra sin
embargo conmover.
La montaña
indeterminada como símbolo puede pensarse en términos de escenario de superación
personal. Tanto en “La isla”, el primer cuento del libro, que describe un
recorrido en el que se abren una y otra vez bifurcaciones , como en “Él”, los
protagonistas, tenaces, perseveran en pos de su objetivo. Como si en el deseo
de Roberta –enunciado en el título– anidara un ideal a la vez maravilloso y tiránico,
la atracción de una cumbre que es preciso
alcanzar a cualquier precio.
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Reseña en la revista La Balandra (noviembre 2013).
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Vero Mariani, en Alma Singer, comentó "Al final de todas las historias, Roberta te presentó a su amada montaña y te demostró la belleza del invierno, sino como estación, al menos como estado mental. Ani tiene arte para escribir cuentos mágicos, tiene el don de regalarte frases subrayables, y tiene el mejor libro para decirle al invierno que apreciamos su visita, y que lo esperamos el año que viene…" (para ver el artículo completo, pasen por acá).
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Bocetos de Roberta (de Vanix)
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Escribiendo los cuentos de Roberta a cinco mil metros de altura
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Posfacio de la autora
Los cuentos de Roberta ocurren en algún lugar montañoso, tal vez en los Andes, tal vez en los Alpes, tal vez en otras montañas. No importa cuál viene antes y cuál después, el orden sólo fue necesario al reunirlos en un libro. De hecho, todos están en presente y los pondría en un mismo punto (¿una misma página?) si eso fuera posible.
La cordillera tiene muchos pliegues y, entre los pliegues, se ven asomar cosas. Escribí estos cuentos en diferentes regiones de montaña. En parte me sentía como esos artistas plásticos que ponen el taburete frente a un paisaje y lo retratan.
De vuelta en Buenos Aires revisé los cuentos con Ariel Bermani y Diana Raschelli de Ferraris. Después, los dejé reposar por un año. En invierno del 2012, La isla apareció en la versión digital de La Balandra (pueden leerlo en este link). Los demás permanecían inéditos, hasta ahora.