Sofía no para de soñar y de olvidar. Cada mañana abre los ojos y las imágenes se esfuman. Como una buena investigadora, decide mantenerse despierta mientras sueña. El plan es sencillo y ambicioso: traer una prueba. Un recuerdo. No será fácil torcer la voluntad de una niña sin miedo a visitar, en estado de vigilia, regiones desconocidas. Pero no irá sola: el lector, cautivado por la cadencia embrujadora de las palabras, viajará con ella.
El crujido de las hojas es un sueño hecho cuento que no se dejará olvidar.
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