Reseña de Criaturas para la Revista Kundra
por Sebastián González.
Nació en Buenos Aires en 1977. Se dedica a escribir y dar talleres literarios. Tiene publicados: Ciertas horas de la primavera (La Carretilla Roja). Se durmió y otros poemas (Bajo la Luna, Tercer premio FNA). Todo lo que Roberta quiere (Textos Intrusos); Catalinas Sur (Eloísa Cartonera) y Limericks cariocas (Caki Books Editora, Río de Janeiro). Participó de distintas antologías de cuentos y poesía.
Mirar la tapa y empezar a sentir una especie de picazón. Empezar a leer y tener en claro que hay que ponernos cómodos para estar incómodos. Y para darnos cuenta de esto no hay que terminar libro, basta con leer algunos párrafos de “Anfibias”, cuento con el que abreCriaturas, de Anahí Flores.
Ya desde el inicio Anahí Flores nos hace notar que nada en su escritura es azaroso, que tenemos que estar atentos porque no hay detalles de relleno, que estamos frente a un todo compacto entre lo escrito y lo oculto. Un recorrido que nos va a dejar siempre con la sensación de no haber leído bien, de que nos faltó algo. Y no. Si esperamos una resolución certera de cada texto, este no es el libro.
Cada uno de los textos nos desafía a creer que la próxima vez que enfrentemos una situación habitual o posible (tal como visitar a alguien en el hospital, ir a un chequeo, a un spa o a buscar vacantes a un colegio) deberemos estar más atentos.
Y así, mientras pensamos en eso, volvemos al libro y encontramos refugio, como le pasa a la protagonista de “Lisboa”, que alterna entre la paranoia generada por el exceso de información y conexión y una escapada a Portugal en el 1900: “…Cuando abrís un libro te sentís en tierra firme, a salvo sobre todo de ese movimiento constante que hay en tu cabeza”. Porque ahora todo es más visible, no cómo antes. Y ese antes en el que no saber daba la sensación de estar a salvo, nos puede incomodar cuando los recuerdos despiertan. Aún peor, cuando recuerdos ajenos nos incomodan. Entonces a vos fanático de lo vintage, “Aniversario” tiene para decirte que tengas cuidado, que las antigüedades vienen cargadas de recuerdos que pueden despertar: “Esa misma mañana decidió que sacaría todas las antigüedades de la casa. No hubiera soportado que otros muebles también despertaran”.
Criaturas transcurre y todo empieza a parecer menos absurdo. Cualquiera puede enfrentar a una burocracia Kafkiana por el afán de pertenecer. Incluso desarmar un bar con una simple observación “¿Sabías que este es mi cuarto?”. O recurrir a la injusticia de lo clandestino “Recuerda la sala en penumbras, el médico que ni siquiera la saludó, la anestesia local y el sonido, dentro de ella, igual a raspar una olla que quedó con comida pegada del día anterior”.
Dentro de “Criaturas” no sólo podemos conectar con Kafka, Camus o Beckett también sobrevuelan en algunos pasajes, y eso, enaltece la pluma de la autora, sin dejar de lado que su escritura tiene vida propia
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