En La Aquateca, Maumy González está dando una serie de talleres virtuales y gratuitos muy interesantes. En el taller de marzo, trabajó con mi cuento Frente al glaciar (quien quiera, puede leerlo en La Aquateca, entrando a este link). Maumy me pidió, para el taller, que le contara cómo surgió la idea del cuento. Les comparto lo que le respondí.
La cocina de “Frente al glaciar”
En enero de 2011 pasé casi un mes en el campamento base del Aconcagua, a 4.300 m de altura. Ahí, en Plaza de Mulas, hay una ciudad de carpas, en su mayoría habitadas por extranjeros. Algunos suben en diciembre, se quedan hasta marzo y se instalan con paneles solares y conexión satelital, entre otros lujos. En el extremo opuesto están los que van de pasada con el único motivo de aclimatar el cuerpo (o sea, adaptarlo a la altura), para luego intentar “hacer” cumbre.
A cierta distancia de lo que sería el campamento base, pero visible desde ahí, hay un hotel que recuerdo de piedra y madera. Entre los habitantes “estables” de Plaza de Mulas (aquellos que se instalan durante la temporada y que suelen ser médicos, rescatistas, porteadores, etc), se cuentan historias de fantasmas que transcurrieron en el hotel y en la región en general. Es costumbre, en esos ámbitos, compartir relatos de hechos sobrenaturales que le pasaron “a un amigo de un amigo”. La falta de oxígeno y la cercanía con el peligro extremo facilitan este tipo de experiencias. No es raro que alguien que antes hubiera visto los relatos de fantasmas como ficción, empiece a tomarlos como una alternativa posible y real después de pasar cierto tiempo a más de cuatro mil metros de altura. El ambiente modifica nuestras percepciones. Con frecuencia, entre los que suben, más de uno tiene una experiencia propia con “alguien invisible o incorpóreo” y luego la comparte, dando espacio a la duda: ¿habrá ocurrido en serio o será sugestión?
Inspirado en una historia que me contó un porteador (¡era de noche y me impactó!), nació Frente al glaciar. El glaciar en cuestión es el Horcones y la primera versión la hice en un cuaderno, sentada en una roca junto al glaciar, o frente a él, ya no sé, desde donde alcanzaba a ver el hotel. No creo que hubiera nadie cerca, al menos en un par de kilómetros a la redonda.
Este cuento forma parte de Todo lo que Roberta quiere, libro que escribí lejos del nivel del mar. En la mayoría de los cuentos uso experiencias propias. En este y en algún otro, aprovecho historias que tomé “prestadas” (¿o robadas?) de amigos que conocí en la altura.
Foto en abril del 2011, escribiendo alguno de los cuentos de Todo lo que Roberta quiere |
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