En El infinito viajar reúnen escritores y artistas plásticos y les piden que cuenten cuál es su proceso creativo y si es que tienen un método. Me gustó tener una excusa para ponerme a pensar en el asunto. Me salió esto:
No creo tener un procedimiento de escritura. Y cuando más de una vez sospeché que empezaba a tenerlo, me desvié. Si me pongo a pensar en cuáles son mis disparadores para escribir, encuentro escenas de la vida cotidiana (ya sea en la vigilia o en sueños) que parecerían pequeñas pero, por un motivo u otro, me llaman la atención al punto de llevármelas conmigo, observarlas, reconstruirlas con leves variantes, mirarlas desde otros puntos de vista, pensarlas, repensarlas y (a partir de aquí ya no sé cómo funciona la cosa) de pronto, de esa escena empieza a desprenderse algo que tomará la forma de un poema, un cuento o una nouvelle. Una vez que estoy en ese punto, todo pasa por sentarme a escribir y luego revisar, revisar, revisar. No hago investigaciones o búsquedas externas, salvo charlas con un par de amigos que suelen ser, también, mis primeros lectores. Aunque esas charlas no son sobre el asunto que trata en el cuento sino sobre cómo construir la historia de la mejor forma.
Luego me pidieron que hablara sobre la relación que hay entre el cuerpo y el momento de escribir. Pensé en muchas respuestas, terminé escribiendo esto:
Doy mucha importancia al cuerpo. Intento estar cómoda (mis parámetros de comodidad son bastante amplios) y no me quedo quieta por horas, sino que cambio de posición cada cierto tiempo. A veces escribo de pie. Me gusta hacerlo a mano y en papel, me resulta más físico que el teclado de la computadora.
Hace muchos años, tuve una época en que me ponía cabeza abajo media hora por día. Tal vez por la cantidad de sangre que va al cerebro al estar dada vuelta, se disparaban cantidad de ideas interesantes. Eso me hace acordar a este fragmento del gran Lewis Carroll, en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí:
El Caballero pareció sorprendido con la pregunta:
—¿Qué importancia tiene la posición de mi cuerpo? —dijo—. Mi mente continúa trabajando sin hacer diferencias. En realidad, cuanto más cabeza abajo estoy, más cosas nuevas invento.
Para finalizar, les mandé cuatro poemas. Uno de Se durmió (Bajo la Luna, 2015), otro de La Plaza (Paisanita, 2013), uno de Catalinas Sur (Eloisa Cartonera, 2012) y un inédito.