8.10.13

La lectora sugiere, semana intensa de lectura en El almacén de libros

La lectora se pasó una semana “devorando” los libros de Claudia Piñeiro. Aunque a Betibú eso pueda sonarle raro (“¿qué quiere decir que alguien “devora” un libro? ¿Que lo mastica? ¿Que lo traga? ¿Que lo digiere y luego lo expulsa?”, pág. 60 de la novela del mismo nombre). Y hacia el final de la semana, le mandó un mensaje por facebook a Claudia, que respondió en el acto… A continuación, los resultados de esta semana piñeirística.





Lunes:


En Tuya, de Claudia Piñeiro (Alfaguara 2008), uno cree al inicio que el único narrador va a ser Inés, pero al avanzar la novela se agrega un narrador externo que nos habla por encima del hombro de Ernesto (el marido). Cuando el punto de vista es el de la hija adolescente, sólo hay diálogos sin narrador. ¿Tal vez porque la hija es el personaje más “limpio”? ¿El único que, a su manera, se salva? También aparecen fragmentos de fotocopias con anotaciones de Inés al margen y otros tipos de herramientas narrativas con las que la autora nos va develando este triángulo (cuarteto) pasional que se enreda cada vez más. Nos sorprende, no vamos a decir cómo, hacia el final.


Martes:


“La ficción nos permite mejorar o empeorar la realidad según nos convenga. Mejorar para tolerarla; empeorar para que tenga tensión dramática” dice Claudia Piñeiro en el epílogo de su novela autobiográfica Un comunista en calzoncillos (Alfaguara, 2013). Ese epílogo tan necesario después de leer la novela, ya que uno se queda pensando… ¿qué de todo esto es verdad?

Un libro con mucho paratexto: la segunda parte, Cajas chinas, está formada por todas las notas al pie de la primera parte (Mi padre y la bandera). Algunas notas son microrrelatos en sí mismas, otras son noticias de la época y otras, fotos personales de la autora, su familia, el ombú (iría hasta Burzaco sólo para conocer ese ombú).

Al inicio, la autora nos advierte que el libro puede ser leído con o sin las notas. Yo preferí hacer una primera lectura sin interrupciones, las dejé para el final. Ahora voy a releerlo intercalando novela y notas, al mejor estilo Rayuela.


Miércoles:


En El amor de mi vida, de Rosa Montero (Alfaguara, 2011), la autora menciona Elena sabe, de Claudia Piñeiro (Alfaguara, 2007). Y allá voy a buscar la novela, que, de todas formas, estaba en mi “lista de libros pendientes que todavía no tuve tiempo de leer”. Y hablando del tiempo: el tiempo, en esta novela, se cuenta por pastillas. La de la mañana, la del mediodía, la de la tarde. Las pastillas le devuelven una movilidad momentánea a Elena, que padece Parkinson. Entre pastilla y pastilla ella revive y luego se va apagando, como un muñeco que se quedó sin cuerda.

La historia completa transcurre en un único día, con intensos flashbacks. Hay un aire a Saramago en la voz del narrador, en la forma en que las voces se entremezclan. Y en la fuerza de los personajes femeninos, aunque ellas no se crean fuertes.


Jueves:


Hay novelas que se toman su tiempo para cautivar al lector. Ésta –y en general todas las de Claudia Piñeiro– hace que el lector quiera tener el día libre para quedarse entre las páginas. Cuando una novela tiene como protagonista a un escritor, el lector sabe de antemano que habrá guiños al arte de escribir. Y en este caso las columnas que ella, Nurit Iscar (o Betibú) va escribiendo, son parte de la historia. Los personajes y el lector esperan y leen esas columnas al mismo tiempo, y uno, que adora dejarse llevar, acaba sintiéndose también un personaje del libro.

La historia avanza siempre en sentido lineal, y el lector se va enterando de cada novedad sin demoras: sabemos que mientras un personaje toma café en un bar, hay otro que baja del auto y otro que llega al trabajo. Una vez más, esta forma omnisciente de narrar tiene un aire a Saramago (como una música de fondo). Tal vez sea esta visión global la que da a la novela algo de cinematográfico. Y, también, que hacia el final Nurit Iscar (Betibú para los amigos) en reflexiones consigo misma piensa primero cómo sería esta historia (su historia) si ella la estuviera escribiendo y, luego, cómo sería si alguien la llevara a la pantalla grande.

A abalanzarse sobre Betibú (Alfaguara, 2010) y leerla en estos días porque, en efecto, se viene la película y todos sabemos que antes de ir al cine es mejor haber leído la novela. Hasta ahora, sólo vi el trailer y lo primero que pensé fue ¿por qué no le pusieron rulos a Mercedes Morán?

link al trailer:



Viernes:


Y para cerrar, una consulta breve que la lectora le hizo a Claudia, vía facebook:



La lectora: Claudia, nos gustaría que nos contaras cómo elegís los libros que vas a leer. ¿Por recomendación, por casualidad, porque entraste a una librería y te pusiste a buscar al azar, porque leíste una reseña en algún medio?

Claudia: Por la “cofradía” de lectores afines que uno va armando a lo largo de la vida. Gente que sabés que lee parecido a vos, puede ser un amigo, pero en la mayoría de los casos son gente menos cercana con los que uno comparte el gusto por la lectura: un librero, un conocido, un amigo de twitter o Facebook, etc.

...

Esta semana fue publicada originalmente en: El almacén de libros.




2 comentarios:

Gabriela dijo...

Me dieron ganas de leer Betibú.
Tuya me gustó.

Alguna vez me pasó de terminar un libro y escribir al autor, ¡y encontrar respuestas!
:)

Anónimo dijo...

Como un mu-ñe-co que se que-dó sin cuer-da...
Yo ví a varios que quedaban sin cuerda.