Uno, dos, tres ¡ya! Se larga el 2013. ¿Cuántos libros leeremos durante los próximos doce meses? Para los que hacen listas de proyectos a cumplir en el nuevo año, al mejor estilo de El libro de la almohada, aquí van algunas lecturas sugeridas: cuentos, poemas, una novela y un libro infantil. ¡Para todos los gustos! (seguir leyendo aquí).
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Revisando mails antiguos encontramos éste, del 2011, que se nos había perdido en "el limbo de los mensajes sin responder". Es interesante (o inquietante) la coincidencia del nombre de la hija de la lectora (¡Sofía!). El mail es de nuestro amigo Diego Ariel Vega, y termina así: Te paso unas líneas que me encontré leyendo Blanco nocturno (una novela policial muy buena de Ricardo Piglia) que me parece son muy apropiadas y quizás puedas utilizar para algún post en el blog. Saludos ;-) Diego.
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Revisando mails antiguos encontramos éste, del 2011, que se nos había perdido en "el limbo de los mensajes sin responder". Es interesante (o inquietante) la coincidencia del nombre de la hija de la lectora (¡Sofía!). El mail es de nuestro amigo Diego Ariel Vega, y termina así: Te paso unas líneas que me encontré leyendo Blanco nocturno (una novela policial muy buena de Ricardo Piglia) que me parece son muy apropiadas y quizás puedas utilizar para algún post en el blog. Saludos ;-) Diego.
La noche había caído sobre la casa y ellos seguían en los sillones, en la galería, con las luces apagadas, salvo un velador atrás en la sala, mirando el jardín tranquilo y las luces del otro lado de la casa. Al rato, Sofía se levantó y puso un disco de los Moby Grape y se empezó a mover bailando en su lugar mientras sonaba «Changes».
—Me gusta Traffic, me gusta Cream, me gusta Love —dijo, y se volvió a sentar—. Me gustan los nombres de esas bandas y me gusta la música que hacen.
—A mí me gusta Moby Dick.
—Sí, me imagino... A vos te sacan los libros y quedás en bolas. Mi madre es igual, sólo está tranquila si está leyendo... Cuando deja de leer, se pone neurasténica.
—Loca cuando no lee y no loca cuando lee...
—¿La ves ahí...?, ¿ves la luz prendida...?
Había un pabellón del otro lado del jardín, con dos grandes ventanales iluminados en los que se veía una mujer con el pelo blanco atado, leyendo y fumando en un sillón de cuero. Parecía estar en otro mundo. De pronto se quitó los anteojos, levantó la mano derecha y buscó atrás, a tientas, en un estante de la biblioteca que no se alcanzaba a ver, un libro azul, y luego de ponerse la página contra la cara, volvió a calzarse las gafas redondas, se arrellanó en el alto sillón y siguió leyendo.
—Lee todo el tiempo —dijo Renzi.
—Ella es la lectora —dijo Sofía.