Queremos mucho a Ceci Sorrentino. Ella se fue de viaje a Cuba, y volvió con este post para nuestro blog. Muchas gracias. Casualidad o no, lo subimos el primero de enero (para entender hay que leer el texto de Ceci).
Feliz año para todos :-)
La lectora
El patio de la antigua casona de Santa Clara era el sitio
ideal para leer por la tarde. La exuberancia de las plantas, el murmullo de la
fuente, los techos altísimos y las buganvillas de la pérgola anticipaban el
fresco del anochecer.
En el rectángulo de cielo que enmarca la galería apareció la
luna y sonó una vez más la bocina de un tren. ¿Habría alguna razón para que los
trenes insistieran con su bocina al pasar por Santa Clara? Quizás –pensé- se debe
al gusto de los cubanos por la conversación. Si en La Habana los había visto
detenerse a conversar en medio de la calle, por qué no lo harían aquí en medio
de las vías.
Regresé a la lectura y en la página quinientos ocho de La consagración de la primavera leí el
párrafo en el que Alejo Carpentier cuenta los últimos días del cincuenta y
nueve, en Santa Clara:
“Y, al día siguiente, con casi estrepitosa alegría: ¡se
jodió el tren blindado! ¡Se rindieron los trescientos cincuenta hombres que
había dentro!... ¡Y sigue la batalla!... Y, el primero de enero, la
extraordinaria, la prodigiosa noticia, que ya corría alborotosamente de boca en
boca, en alborada de nuevo año: Batista había huido de La Habana, volando –parece-
a Santo Domingo”.*
Decidí que en esas líneas estaba la razón. ¿O no es verdad
que el descarrilamiento del tren blindado persiste orgullosamente vivo en la
memoria de la gente de Santa Clara?
*La consagración de la primavera. Alejo Carpentier. Siglo
Veintiunos Editores. Méjico, 1998.
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