foto: Miguel Sampedro
Dicen que leer es un acto solitario. Pero no, la lectora no concuerda. A veces, cuando lee, tiene la sensación de que alguien más lo hace con ella. Como si estuviera a su lado, escuchando la voz interior de su lectura. O, incluso, pasando los ojos por las mismas líneas. Se sabe espiada por encima del hombro, pero ¿quién es? ¿Un fantasma? La lectora hasta fantasea, en esos momentos, con creer en presencias divinas. O en la voz de la consciencia (en ese caso, el oído y los ojos de la consciencia).
Le gusta esa compañía indefinida. Prefiere no moverse, no buscar, de reojo, a ver quién es. No vaya a ser que lo espante y, entonces, empiece a pensar que sí, que leer es un acto solitario.