Clara Arias se la llevó a Roberta de paseo a Amsterdam, y nos envió este mail. Muchas gracias por llevarla a pasear a Roberta (y por leerla, claro).
Fue después del calor que había pasado en el Rijksmuseum, cuando frente a la “Ronda de Noche” se le disparó el flash de la cámara de fotos y un guarda le llamó la atención con un ¡Lady! que sonó a sentencia de muerte y ella se puso más roja que la estola del capitán Frans Banning Cocq. Fue después de eso, viendo la multitud que la miraba y ella que se hacía cada vez más pequeña, como Alicia al tomar la poción, que respondió con el poco aire que lograba hacer pasar a través de las cuerdas vocales “I didn't mean it, I'm so sorry, terrible sorry”, sintiéndose culpable como si esta vez hubiese sido ella la que había clavado un cuchillo en la tela. Fue, después de todo eso, que salió necesitando con urgencia aire. Se sentó en el borde de la fuente y abrió el libro que llevaba en la mochila. Pag. 53. Frente al glaciar y leyó: “Roberta no suele ser impresionable, pero esto la hizo apurar el paso y llegar antes de lo previsto al glaciar frente al que ahora está sentada sobre una roca ancha y con el libro abierto que no lee. El viento pasa las páginas, todas, hasta llegar a la última.”